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martes, 11 de noviembre de 2008

René Char


A la salud de la serpiente

I
Canto el calor con rostro de recién nacido, el calor desesperado.

III
Aquel que confía en el girasol no meditará dentro de la casa. Todos los pensamientos del amor serán sus pensamientos.

VII
Aquello que viene al mundo para no perturbar nada no merece ni consideraciones ni paciencia.

XXIV
Si habitamos un relámpago, es el corazón de la eternidad.

XXV
Ojos que, creyendo inventar el día, habéis despertado al viento, qué puedo yo por vosotros, yo soy el olvido.

XXVII
Una rosa para que llueva. Al final de innumerables años, esé es tu deseo.
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BEBEDORA
Por qué seguir entregando las palabras del propio porvenir
ahora que toda palabra hacia lo alto es boca ladradora de
cohete, ahora que el corazón de cuanto respira es caída hedionda?
Para que puedas exclamar en un soplo: "¿De dónde vienes, bebedora, hermana con las uñas quemadas? ¿ Y a quién
satisfaces? Nunca hallaste albergue entre tus espigas. Mi guadaña
lo jura. No te denunciaré, yo te precedo."
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Centón

¿Buscáis mi punto débil, mi falla? ¿Su conocimiento os permitiría tenerme a vuestra merced?
Pero, agresor, no veis que soy el centro de un blanco y que tu exiguo cerebro se agota entre mis rayos expirados?
No tengo frío ni calor: gobierno. No obstante no tendáis demasiado la mano hacia el centro de mi poder. Hiela, quema... Echaríais a perder esa sensación.
Amo, capturo y termino en alguien. Soy dardo y doy a beber claridad al prisionero de la flor. Tales son mis contradicciones, mis servicios.
En aquel tiempo, yo sonreía al mundo y el mundo me sonreía. En aquel tiempo que nunca fue y que leo en el polvo.
Aquellos que miran sufrir al león en su jaula se pudren en la memoria del león.
Al rey que un corredor de quimeras alcanza, le deseo la muerte.

René Char ( 14 de junio de 1907 - 19 de febrero de 1988) poeta francés.