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viernes, 14 de noviembre de 2008

Juan José Saer


De L´ Art romantique

¡Pobre Petrus Borel! Con la señora pitufar y todo,
se hundió en el cielo estrellado. El Licántropo
comió desde dentro el pan de la poesía hasta las migas
porque vino a llenar, en la opinión de Carlos,
el lugar de los lobos. Ahora su nombre
no es más que un tambor metálico que resuena temblando
un segundo después de redoblar. Y está también
la escritura costosa, el palimpsesto
del proyecto y la redacción
trabados en lucha libre, el caos de la tipografía
como un hormiguero que se abre
en estampida sobre la nieve. El lobo vigilaba,
por encima de su hombro, en todo momento
hechizando el lenguaje, paralizando la reflexión
con su ojo amarillo.

Aprendamos,
en esta hora de Petrus Borel,
el amor por la palabra, la lealtad suicida a los lobos,
de Petrus Borel,
que vio en el cielo de Argel,
con horror, hacia el final de su vida,
las befas del lobo a la musa, aprendámoslo;
de Petrus Borel,
aunque se haya, por fin, oscuro, hundido en el cielo,
y ninguna estrella lleve su nombre.



De duelos largos

De duelos largos emerjo,
adormecido a muertes frescas.
Sol cegador, alguna vez
fuiste fiesta y verdad única
quién lo diría
de esta luz
indiferente en la que, ya sin voz,
como flor en la lluvia,
me deshago.


El arte de narrar

Llamamos libros
al sedimento oscuro de una explosión
que cegó, en la mañana del mundo,
los ojos y la mente y encaminó la mano
rápida, pura, a almacenar
recuerdos falsos
para memorias verdaderas
Construcción
irrisoria, que horadan los ojos del que lee
buscando, ávidos, en el revés del tejido férreo,
lo que ya han visto y que no está.
Porque estas horas
de decepción, que alimenta la rosa
del porvenir donde la vieja rosa marchita
persevera, no quedarán
tampoco entre sus pétalos,
flor de niebla, olvido hecho de recuerdos retrógrados,
rosa real de lo narrado
que a la rosa gentil de los jardines del tiempo
disemina
y devora.

(De El arte de narrar 1960- 1975)