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miércoles, 19 de noviembre de 2008

Jacobo Fijman


CANTO DEL CISNE

Demencia:
el camino más alto y más desierto.

Oficios de las máscaras absurdas; pero tan
humanas.
Roncan los extravíos;
tosen las muecas
y descargan sus golpes
afónicas lamentaciones.

Semblantes inflamados;
dilatación vidriosa de los ojos
en el camino más alto y más desierto.

Se erizan los cabellos del espanto.

La mucha luz alaba su inocencia.

El patio del hospicio es como un banco
a lo largo del muro.

Cuerdas de los silencios más eternos.

Me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío.

¿A quién llamar?
¿A quién llamar desde el camino
tan alto y tan desierto?

Se acerca Dios en pilchas de loquero,
y ahorca mi gañote
con sus enormes manos sarmentosas;
y mi canto se enrosca en el desierto.

¡Piedad!


COPULA

¡Nos unió la mañana con sus risas!

En las rondas del sol
canciones de naranjas.
Danzas de nuestros cuerpos
desnudos - rojo y bronce.

El olor de la luz era sagrado:
música de horizontes,
espacio de paisajes –
rojo y bronce –
ruido de melodías,
himno de soles,
eternidad
y abismo de la dicha
en la alegría loca de los vientos.

Canciones de naranjos
en la piedad de los caminos.
¡Todas las aguas del silencio
rompimos en la danza!
Dicha de los abrazos y los besos;
toda la gloria de la vida
en nuestros pechos
jadeantes y ligeros;
nuestros cuerpos: auroras y ponientes
en la alegría loca de los vientos.
¡El corazón del mundo en nuestra boca!


MASCARAS

Sangró mi corazón como una estrella
crucificada.
Dolor;
del sándalo purísimo del sueño
trabajaron la balsa de mi vida.

Amor
hízome calles de esperanza
que oprimieron tus manos de alegría.

Sus máscaras de aromas pusiéronme los astros
en las músicas negras que miran lentamente
mi soledad de túnel olvidado.

Y todavía el muelle
de mi ser bosteza;

yerra mi angustia
dando vueltas y medias-vueltas
como barricas.

Hasta que al fin, se romperá algún día
mi corazón, como un ladrillo.
¡Sus máscaras de aromas me prenderán los
astros!
(de Molino Rojo)


POEMA I

Caía mi sueño en la otra soledad de los canales.
Regocíjate, niño, la presencia graciosa de la
muerte
reparte en sombras alternadas el olor de los
ángeles
y levanta tus sordos desamparos.

Niño de paz,
han apagado las islas monótonas de los soles
perfectos.

Niño de paz,
imito el mundo en un mi sueño ajeno a la
claridad.

Un silencio de música se apacienta en las torres.


POEMA V

Yo estaba muerto bajo los grandes soles, bajo
los grandes soles fríos.

A través de mi llanto
oigo el agrio sudor de la precocidad.

Yo vuelvo sobre un musgo
y las ciudades crecen a la aventura hasta la
noche
del
estupor.
Miseria.
Dios pesa.
Me llaman vientos de mar.
Van y vienen en grandes cambios; se alargan en
saltos
irritados
que apagan mi temblor, que exasperan los
sueños.

Jamás podré seguir.
Yo me veo colgado como un cristo amarillo
sobre
los vidrios pálidos del
mundo.



POEMA VI

Ha caído mi voz, mi última voz, que aún
guarda mi nombre.
Mi voz:
pequeña línea, pequeña canción que nos separa de
las cosas.

Estamos lejos de mi voz y el mundo, vestidos
de
humedades
blancas.

Estamos en el mundo y con los ojos en la
noche.
Mi voz es fría y sucia como la piel de los
muertos.


POEMA VII

Roe mi frente dura
el lobo de la media noche.

Una escondida estrella arrima su sosiego.
Entre todos los soles ya se me canta aceite de
júbilos.
Siento en mis manos venir la luz entera de la
mañana.
(de Hecho De Estampas)

viernes, 14 de noviembre de 2008

Juan José Saer


De L´ Art romantique

¡Pobre Petrus Borel! Con la señora pitufar y todo,
se hundió en el cielo estrellado. El Licántropo
comió desde dentro el pan de la poesía hasta las migas
porque vino a llenar, en la opinión de Carlos,
el lugar de los lobos. Ahora su nombre
no es más que un tambor metálico que resuena temblando
un segundo después de redoblar. Y está también
la escritura costosa, el palimpsesto
del proyecto y la redacción
trabados en lucha libre, el caos de la tipografía
como un hormiguero que se abre
en estampida sobre la nieve. El lobo vigilaba,
por encima de su hombro, en todo momento
hechizando el lenguaje, paralizando la reflexión
con su ojo amarillo.

Aprendamos,
en esta hora de Petrus Borel,
el amor por la palabra, la lealtad suicida a los lobos,
de Petrus Borel,
que vio en el cielo de Argel,
con horror, hacia el final de su vida,
las befas del lobo a la musa, aprendámoslo;
de Petrus Borel,
aunque se haya, por fin, oscuro, hundido en el cielo,
y ninguna estrella lleve su nombre.



De duelos largos

De duelos largos emerjo,
adormecido a muertes frescas.
Sol cegador, alguna vez
fuiste fiesta y verdad única
quién lo diría
de esta luz
indiferente en la que, ya sin voz,
como flor en la lluvia,
me deshago.


El arte de narrar

Llamamos libros
al sedimento oscuro de una explosión
que cegó, en la mañana del mundo,
los ojos y la mente y encaminó la mano
rápida, pura, a almacenar
recuerdos falsos
para memorias verdaderas
Construcción
irrisoria, que horadan los ojos del que lee
buscando, ávidos, en el revés del tejido férreo,
lo que ya han visto y que no está.
Porque estas horas
de decepción, que alimenta la rosa
del porvenir donde la vieja rosa marchita
persevera, no quedarán
tampoco entre sus pétalos,
flor de niebla, olvido hecho de recuerdos retrógrados,
rosa real de lo narrado
que a la rosa gentil de los jardines del tiempo
disemina
y devora.

(De El arte de narrar 1960- 1975)

martes, 11 de noviembre de 2008

René Char


A la salud de la serpiente

I
Canto el calor con rostro de recién nacido, el calor desesperado.

III
Aquel que confía en el girasol no meditará dentro de la casa. Todos los pensamientos del amor serán sus pensamientos.

VII
Aquello que viene al mundo para no perturbar nada no merece ni consideraciones ni paciencia.

XXIV
Si habitamos un relámpago, es el corazón de la eternidad.

XXV
Ojos que, creyendo inventar el día, habéis despertado al viento, qué puedo yo por vosotros, yo soy el olvido.

XXVII
Una rosa para que llueva. Al final de innumerables años, esé es tu deseo.
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BEBEDORA
Por qué seguir entregando las palabras del propio porvenir
ahora que toda palabra hacia lo alto es boca ladradora de
cohete, ahora que el corazón de cuanto respira es caída hedionda?
Para que puedas exclamar en un soplo: "¿De dónde vienes, bebedora, hermana con las uñas quemadas? ¿ Y a quién
satisfaces? Nunca hallaste albergue entre tus espigas. Mi guadaña
lo jura. No te denunciaré, yo te precedo."
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Centón

¿Buscáis mi punto débil, mi falla? ¿Su conocimiento os permitiría tenerme a vuestra merced?
Pero, agresor, no veis que soy el centro de un blanco y que tu exiguo cerebro se agota entre mis rayos expirados?
No tengo frío ni calor: gobierno. No obstante no tendáis demasiado la mano hacia el centro de mi poder. Hiela, quema... Echaríais a perder esa sensación.
Amo, capturo y termino en alguien. Soy dardo y doy a beber claridad al prisionero de la flor. Tales son mis contradicciones, mis servicios.
En aquel tiempo, yo sonreía al mundo y el mundo me sonreía. En aquel tiempo que nunca fue y que leo en el polvo.
Aquellos que miran sufrir al león en su jaula se pudren en la memoria del león.
Al rey que un corredor de quimeras alcanza, le deseo la muerte.

René Char ( 14 de junio de 1907 - 19 de febrero de 1988) poeta francés.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Tratado de Cuerpo


"Voy hacia lo que menos conocí en mi vida:
voy hacia mi cuerpo"

Héctor Viel Temperley

"Hospital Británico"



a Sur


El extraño
No tengo más raza
que mi boca

el resto
el cuerpo
un tendón

Ir hasta él
dar lo que queda.



Reflexiones sobre el hueso del tahúr
No es fácil
encontrar el principio

La mosca
podríamos decir

un flemazo de sangre
envuelto en algodón
un diamante de veda

La mosca dijimos
como un cuerpo ciego
nulo en el espectro

¿cuántas mañanas
fue el martillazo
del disparo una mentira
antes de hacerse
el lugar de su memoria?



Tratado de cuerpo
La falta de memoria
me produce terror

como el frío

hay algo a lo que no
me acostumbro

porque aquí hubo un nombre
y ya no hay nada.



Asunción de pacto
Padre
detrás del cuerpo siempre
la sangre pulsa a fuerza mariposas

El agua en tu presencia es una sola

Por ir hasta lo tuyo
por la lisura blanca
de las suaves antenas

la luz desvencijada en los armarios
y la lenta palabra que no alcanza.



Arte de guerra
El sonido
le cruza una mordaza al día

así la curva es lenta
y supone una piedra

El rito a una piedra:
Ser un pez en el velo
del barro hasta el hartazgo.



Observancia del puerperio
Doy en terrible encantamiento la palabra
la lluvia ha cesado

dejando este poro como obsequio
lavo las dos semanas de mi cuerpo
sin tocar.



Elevación de la peste
A veces no podemos ni mirar
las moscas en nuestro odio
y aunque no sabemos
nos abrazamos

Flotan rubios racimos de ojos.



Pregnancia del velo
En el pecho trepanan las cánulas vacías
de una misa avanzada con esquirlas de sangre

acá hay nombres de leche
que cifran su marea
como piedras rajadas que se duermen

Decrecen

Entonces no es mentira
que el aire es filamento
de un ritmo

será que yo no entiendo que el amor
es un espejo hecho de lo extraño

Al borde de los números de hoy y los orines
el futuro mosaico de la ausencia

burbujas de mercurio hacia el techo.



Sentido de la oración
Está mi madre atenta a los orines
no hay hijo sin belleza que se eleve

Abre en mí el pecho
me trabaja con finos movimientos

y en ruidos me deforma.



Asunción de pacto
Está el padre sentado
sus manos bendecidas como tropas

padre de las dos guerras de mi vida
me llama con dulzura a la memoria

yo deseo en su nombre y no me veo.



El extraño
Por la boca
que no tengo
habla

silencio
en el silencio
en el silencio.



Oficio de lo rígido
El dolor sabe hacer

Como una leche fría
se me entrega lo oculto

Vientre sin madurar
me anticipo al silencio

Se me cae la boca
pero no digo nada

Ahora que lo sé
pena por cuerpo el otro.



Concepción del rictus
Salgo
la humedad
me deshace

sal y sal
rayo la estrella

Mi miedo en una voz se talla.



Arte de guerra
Hay una razón en este ejercicio
incompleto de decir

mi pequeño quirófano nocturno

la mutilación del lenguaje
y estos cuerpos que no mueren
pero se pudren.



El extraño
Y en tu boca
se me laven las manos
de tu luz
que me abre transparencias

no habrá sitio más huido
que este cuerpo.



Proscripción del deseo
Mi madre que espera que su hijo no la olvide
sobre los instrumentos que han usado los hombres
lamparón amarillo en las camas de junio
su domingo y su ramo de muerte entre los labios

Desde tu camisón me persigno los soles
desde tu tiempo hartado, desde tus animales

Mi madre fue la sombra que no me supo nunca
y su pan siempre es poco y su cuerpo un sudario

¿Qué has hecho de tu carne?

Afuera llueve madre a fuerza de otros mares
a la altura en que todo nos mira desde el mundo

He lavado tus manos repletas de otros nombres
entendiendo el cansancio que es la ley de tu día

No hay hijo sin belleza que se eleve
Ni madre que deseándola sea mía.



Asunción de pacto
El hueso de la luz
amanece su calcio

La muralla de lluvia
se marea en los ojos
el velo de los hilos
del tabaco

Bajo al silencio de agua

Soy otro
no me veo

Tengo miedo de ser
ese es el nombre.



Oficio de lo rígido
La piedra
matando
cansa.



Refugio de los que hablan
Como si en el pequeño
corazón de este mundo
fuéramos encontrados
besándonos los ojos

Un día estaremos solos
no vendrá la mañana.



Elevación de la peste
Vuelta mi madre de muerte abierta
mantenido a nudos el cuerpo
cifrada ahora su fragancia
en la insistencia del cadáver.



Oficio de lo rígido
Camino
golpeo algo con mis manos
y ante el agite de moscas grito:
de este cuerpo comemos todos.



Proscripción del deseo
Y salir de la madre
como del espejo

Lo descomunal
de ese no retorno
lo que no aprendemos

romper con la sed
de una saliva hecha de ardores

Hasta la médula
la sonda del incendio insoportable

no retorne yo
con la mano hirviendo
a tocarla

ni a suplicar su olor

cuando por la rotura
entre a la madre a buscarla.



Tratado de cuerpo
La misa
unge transparencias

mi padre me fascina
alto
como una lúmina caliente

es un santo con guantes de boxeo
un cuchillo de amor de hoja ceniza

Guacha como un cordero
la carne entra al silencio del aviso

¿Quién veló mi memoria hasta las letras?

Hasta que en mi recuerdo
se destierre su nombre
fecho la discusión con la palabra.

Marcelo Carnero nació en Buenos Aires en 1978, publicó Tratado de cuerpo, Ediciones La Carta de Oliver, Buenos Aires, 2008.