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miércoles, 21 de julio de 2010


Ali Ahmad Said Esber (Adonis)

El dios ha muerto

Quemé hoy el espejismo del sábado,
el espejismo del viernes.
He tirado la máscara de mi gente,
la máscara de la casa.
He cambiado al dios ciego de la piedra
y al dios de los siete días,
por un dios.

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El signo

He mezclado la nieve con el fuego,
mas no comprenderán los fuegos mis selvas
ni las nieves.
Y seguiré oscuro y manso,
habitando las flores y las piedras,
ocultándome,
indagando,
viendo,
oscilando
como la luz entre la magia y el signo.

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El extravío


Perdido, tiro mi rostro al polvo
y a la mañana,
lo arrojo a la locura.
Mis ojos son de yerba y son de incendio.
Mis ojos son banderas y emigrantes.

Perdido, tiro mi rostro al polvo
y a la mañana.
Nazco al fin del camino. Grito.
Y que griten conmigo el camino y el polvo.

¡Qué hermoso es que mi rostro, oh Dios,
se pierda en mí! ¡Qué hermoso que me pierda
yo, colmado de fuego!
¡Oh tumba! ¡Oh final mío

al comenzar la primavera!

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El viajero

He dejado

-viajero.

mi rostro sobre el vidrio de mi lámpara.

Mi mapa es una tierra sin creador.

La negación de todo, mi evangelio.

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Lleva en sus ojos

Toma un destello

de sus ojos, una chispa

del confín de los días y los vientos.

De las islas de la lluvia, de sus manos,

toma su propia forma,

y crea la mañana.

Lo conozco: la profecía de los mares

lleva en los ojos,

me ha nombrado historia, y poema

que el lugar deja limpio.

Lo conozco: me ha nombrado diluvio.

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Los siete días

¡Oh madre que te burlas
de mi amor y mi odio!
Tú, que fuiste creada en siete días.
Que creaste la ola,
el horizonte,
y la pluma sutil de la canción.
Yo,
con mis siete días,
soy una herida abierta;
soy un cuervo.
¿A qué, pues, el enigma?
Si soy viento y polvo,
como tú.

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Por mi tierra...

Por mi tierra yo hiero estas venas malditas.

Por mi tierra escondí entre mis heridas

mi mañana y mis vientos.

Mi tierra es pitonisa y amuleto.

Mi tierra está borracha. Sus hombros

son dos príncipes de perlas,

un crimen.

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Primer discurso (Inédito)

Aquel niño que fui, me vino
cierta vez: extraño el rostro.
Nada dijo. Marchamos:
cada uno de nosotros, en silencio, fijo en el otro
. Como un río corriendo extrañamente
pasaban nuestros pasos.

Nos juntaron, en nombre de esta hoja golpeando en el viento,
las raíces. Y éramos como un bosque
escrito por la tierra, regado por todas las estaciones,
al separarnos.
¡Oh niño que yo fui, avanza, ven!
¿Qué será lo que, ahora, puede juntarnos?
Y
¿qué vamos a decir?

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Otra voz

Perdió el hilo de las cosas, y se apagó
su estrella perceptora. No tropezó.
Y cuando su paso fue ya de piedra
y el tedio le dejara surcos en las mejillas,
recogió lentamente sus despojos:
los recogió para la vida, diseminándose.



Poeta, pensador y ensayista sirio nacido en Qasabin, en 1930.

Desde los diecisiete años adoptó el seudónimo de Adonis.

Está considerado como el máximo exponente de la poesía árabe contemporánea. En 1954 se licenció en Letras por la Universidad de Damasco, y en 1955, debido a su actividad política como miembro del Partido Socialista Sirio, fue acusado de subversión y detenido durante seis meses. Emigró a Beirut en 1955, se dedicó al periodismo y fundó, en colaboración con el crítico libanés Yusuf al-Jal, la revista Shi’ir de poesía. Viajó a Francia como becario, regresó en 1962, adquirió la ciudadanía libanesa, y se doctoró en Filosofía por la Universidad St. Joseph en 1973. En 1997, en el Festival Struga Poetry Evenings de Macedonia, le fue otorgada la Corona de Oro por su trayectoria literaria. Su obra, caracterizada esencialmente por un fuerte tono social y político, ha sido traducida a numerosos idiomas, ha revolucionado el lenguaje poético desde los años sesenta cuando adoptó el poema en prosa, y ha ejercido una gran influencia en el panorama literario actual.