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domingo, 22 de febrero de 2009

Marosa Di Giorgio

Los hongos nacen en silencio...




Los hongos nacen en silencio; algunos nacen en silencio;otros, con un breve alarido, un leve trueno. Unos son blancos, otros rosados, ése es gris y parece una paloma, la estatua de una paloma; otros son dorados o morados. Cada uno trae –y eso es lo terrible-- la inicial del muerto de donde procede. Yo no me atrevo a devorarlos; esa carne levísima es pariente nuestra. Pero, aparece en la tarde el comprador de hongos y empieza la siega. Mi madre da permiso. El elige como unáguila. Ese blanco como el azúcar, uno rosado, uno gris. Mamá no se da cuenta de que vende a su raza.



(de Los papeles salvajes)
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Mi alma es un vampiro grueso, granate, aterciopelado. Se alimenta de muchas especies y de sólo una. Las busca en la noche, la encuentra, y se la bebe, gota a gota, rubí por rubí. Mi alma tiene miedo y tiene audacia. Es una muñeca grande, con rizos, vestido celeste. Un picaflor le trabaja el sexo. Ella brama y llora. Y el pájaro no se detiene.



(de Flor de lis)
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De súbito estalló la guerra

De súbito, estalló la guerra. Se abrió como una bomba de azúcar arriba de las calas. Primero, creíamos que era juego; después, vimos que la cosa era siniestra. El aire quedó ligeramente envenenado. Se desprendían los murciélagos desde sus escondites, sus cuevas ocultas caían a los platos,como rosas, como ratones que volvieran del infinito, todavía, con las alas.Por protegerlos de algún modo, enumerábamos los seres y las cosas: "Las lechugas, los reptiles comestibles, las tacitas...". Pero, ya los arados se habían vuelto aviones; cada uno, tenía calavera y tenía alas, y ronroneaba cerca de las nubes, al alcance de la manos pasaron los batallones al galope, al paso. Se prolongó la aurora quieta, y al mediodía, el sol se partió; uno fue hacia el este, el otro hacia el oeste. Como si el abuelo y la abuela se divorciaran. De esto ya hace mucho, aquella vez, cuando estalló la guerra, arriba de las calas.
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Los leones rondaban la casa



Los leones rondaban la casa.
Los leones siempre rondaron.
Siempre se dijo que los leones rondaron siempre.
Parecían salir de los paraísos y el rosal.
Los leones eran sucios y dorados.
Ellos eran muy bellos.
Los ojos como perlas. Y un broche brillante en el pecho
entre aquel pelo áureo.
Los leones entraron a la casa.
Corrimos a esconder los floreros de sal, de azúcar, el cometa
Halley, las queridísimas sábanas nevadas, la
colección
estampillas. Y a traer los sudarios.
Los leones eran al mismo tiempo, presentes e invisibles, al
mismo tiempo, visibles e invisibles.
Se oía el rumor de la leche que robaban, el clamor de la miel
y la carne que cortaban.
Llevaron hacia afuera a la abuela oscura, la que tenía una
guía de rositas alrededor del corazón.
Y la comieron fríamente. Como en un simulacro.
Y -como si hubiese sido un simulacro!- ella tornó a la
casa y dijo: -Los leones rondaron siempre. Están delante
de los paraísos y el rosal. Dijo: -Los leones están acá.


(de Mesa de esmeralda)
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Deja tu comarca entre las fieras y los lirios. Y ven a mi esta noche oh, mi amado, monstruo de almibar, novio de tulipán, asesino de hojas dulces. Asi, aquella noche lo clamaba yo, de portal en portal junto a la pared pálida como un hueso, todo llena de un miedo irisado y de un oscuro amor. Ya era la edad en que las abuelas habían retrocedidoa moradas de subtierra y sólo sus almas perduraban encadenadas a las lámparas estremeciendo mariposas verdes y amarillas a la hora de los fuegos y los rezos. !Oh, mi amor!- lo clamaba yo, de puerta en puerta, de muro en muro- perdi mis trenzas, estoy desnuda, se cayó el sándalo de los medallones, la luna paró sobre las chimeneas su trineo de coral. Y no vienes, hombre, rosa, crimen, corazón. Voy a quebrar las almendras, a comer alabastro amargo. Voy a matar los panales. M e has hecho imaginar inútilmente tus múdulas de sándalo, tu corazón de fuego. Ahora, se reirán de mi las muertas que se acuerdan de tu amor. Así mentía yo, abrazada a su melena de oro, a su terrible miel. El hablaba una lengua casi inteligible; pero, un rocío voraz, una lepra de flores, le terminaba el ostro. Y dentro estaban el azúcar y las cruces y los espejos con olor a jacintos. Nos acercamos a la mesa. Las abuelas en las lámparas. Le dije que iba a guardarlo, que iba a besarlo, que iba a guardar su corazón entre las piñas y los licores y las medallas. Otra vez jardín y sombras y columnas rotas y los cisnes serios como hombres. Empecé a matarlo. Porque no digas mi amor a nadie-a entreabrirle los pétalos del pecho, a sacarle el corazón. El se apoyó en mi brazo, le latía con locura el almibar de los dedos. Empezó a morir. Cerca del bosque empezó a morir. Rompí a llorar. Voy a matar los panales; voy a quebrar las almendras, a comer alabastro amargo. Su muerte siguió a lo largo del bosque. Quise recogerla en mi saya, reunirla en mis brazos, abrazarla. Voy a tener hijps de almíbar y de pétalos y no podrán besarte, oh, mi novio de miel, mi tulipán. Lloraba desesperadamente. Quería juntar los pétalos, reconstruir la miel, sacarlo de la muerte, ganarlo para siempre, que no tuviera fin este poema.
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Poema X

Este melón es una rosa,
este perfuma como una rosa,
adentro debe tener un ángel
con el corazón y la cintura siempre en llamas.
Este es un santo,
vuelve de oro y de perfume
todo lo que toca;
posee todas las virtudes, ningún defecto,
Yo le rezo,
después lo voy a festejar en un poema.
ahora, sólo digo lo que él es:
un relámpago,
un perfume,
el hijo varón de las rosas



(de Magnolia)
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Me acuerdo de los repollos...




Me acuerdo de los repollos acresponados, blancos -rosas
nieves de la tierra, de los huertos-, de marmolina, de la
porcelana más leve, los repollos con los niños dentro.
Y las altas acelgas azules.
Y el tomate, riñón de rubíes.
Y las cebollas envueltas en papel de seda, papel de fumar,
como bombas de azúcar, de sal, de alcohol.
Los espárragos gnomos, torrecillas del país de los gnomos.
Me acuerdo de las papas, a las que siempre plantábamos en
el medio un tulipán.
Y las víboras de largas alas anaranjadas.
Y el humo del tabaco de las luciérnagas, que fuman sin reposo.
Me acuerdo de la eternidad.



(de Historial de las violetas)
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En aquél tiempo, en los huertos, todas las mujeres se llamaron Estrella e Isabel. Las casadas llevaban sombrilla y vestían de largo; había algunas de novio, y otras, muy solas. Vivían en las casonas. Una tarde resolví visitarlas.
En puntas de pie me puse el mantón, salí, tomé una vara de flores de durazno a manera de cartera.
En los árboles había gatos grandes como corderos y palomas blanquísimas. Un niño con alas bajó al prado; pero, no pasó nada.
Llamé a la primer casona. Me recibieron con un poco de miedo, me saludaron, pasé las salas, el aparador. Oí que se decían “Estrella” “Isabel”.
Pocillitos de huevo, confites estrellados, estrellas de confites.Las mujeres solteras, en la tarde, vestían de novia, tules largos y azahares.
Pero, todo el aire estaba como un tul. Volaban higos, flotaban. Terminó la visita.Volví. En puntas de pie puse el atavío en el ropero y las flores en el árbol. Había caído la noche; pero, mamá, era adivina. Desde la oscuridad me dijo:-No vuelvas a hacerlo. Somos gente sola.
El viento daba vueltas, envolvía la casa. Decía: ¡Estrella!...!Isabel!...
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Domingo a la tarde...
Domingo a la tarde, y voy por el huerto sin recordar cómo salí y llegué hasta acá. El cielo es de oro, deslumbrador, y de los naranjos caen frutas y flores.Trepo a uno, según mi costumbre antigua. Estoy un rato. Los pájaros saltan de rama en rama. Desciendo. Subo. Tomo una fruta. Al bajar, ya veo un cadáver. Vestido y tendido. Y más allá, otro. Y otro. Por todos lados, aparecen. Vestidos y tendidos. Y cada uno con el hígado destrozado o el corazón. Pero ¿quiénes son? Acaso, no me percaté y hubo una rápida guerra?En puntas de pie, voy hacia la casa; desolada paso el jardín de celedonias y “conejitos”. Adentro, no queda nadie. Voy a gritar; para qué, si nadie oye. Algunas mariposas chocan en los vidrios.Sobre la mesa hay un álbum que no conocía; al entremirarlo, veo dibujada la batalla, los cadáveres y las plantas. En blanco y negro. Y en colores. La noche cae de súbito; las luces se encienden solas.Y aparecen más cadáveres entre las plantas.