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sábado, 26 de mayo de 2012

Luis el enorme!


El errante.

Hace doce años, el estudio de la calle Iberá era más chico y se llamaba Cintacalma. En el fondo estaba la antigua cocina. Allí, en un tormentoso anochecer de invierno y después de una larga mateada, el frío nos hizo dejar encendida la hornalla, que extrañamente despedía un fuego verde. En esa quietud donde sólo se escuchaba la lluvia incesante sobre el patio, Luis Alberto me reveló una historia increíble:

¿Conociste al Capitán Beto?
  No. No lo llegué a conocer aunque intuía que tenía que existir un tipo así. Aparte, cuando él empezó a trabajar en el colectivo y a modificarlo para su travesía se encanutó mucho más por temor a que lo descubrieran y lo boicotearan. Imaginate.

¿O sea que no colaboraste en el diseño de la nave?
   No, no le dio lugar a nadie. Aparte, el Capitán no quería tecnología de punta. El quería tecnología incaica, a través de monopolos magnéticos de influjos astrales. Utilizó tecnología de tiempos muy remotos, de unos tres mil años atrás. Se ve que tenía un arca con energía y la utilizó para confeccionar la nave. El flaco se encerró en un galpón de Haedo y no dejó entrar a ningún diseñador. Inclusive Oreste Berta iba todos los días, pero él se cortó solo y nos ignoró a todos. Aunque después recordó algunas cosas en el espacio...

¿Cómo se llamaba?
  Heriberto Aguirre.

¿Por qué largó el colectivo?
  Dejó de ser colectivero una noche en que la cana quiso usar su colectivo para llevar pibes detenidos, a la salida de un concierto del Flaco Spinetta. El motor se paro porque, en Beto, hombre y máquina se conjugaban. Bajó y le dijo a los canas: "No me arranca más". Muy pícaro el hombre. A él no le importaba un pito que el concierto fuera de Spinetta o de Agustín Magaldi. No le parecía bien que le usaran el colectivo para trasladar detenidos, y menos si eran jóvenes. Se dio cuenta de que estaba todo podrido y como argentino no lo quería permitir.

¿En ese momento toma la desición de volar?
  Sí, ahí el tipo se dijo: "yo me voy no solamente de la línea para la que trabajo, sino que ahora mi periplo va a estar más allá de los márgenes de la tierra". Evidentemente invocó sus poderes.. Se ve que manejaba alta magia. Beto tenía la posta para mandarse.

Era tanguero viejo, ¿no?
  Escuchaba a Gardel, era hincha de River y le gustaban las plantas. Religioso el hombre, con su estampita de San Cayetano en el colectivo.

¿Habrá escuchado alguno de tus temas?
  No, qué va a escuchar. Pero, aunque hubo una época en que hasta los colectiveros te gritaban por tener el pelo largo, Beto no lo hacía.

¿Qué edad tenía cuando se fue?
  Sesenta años. Se fue de grande ya, tampoco tan de taquito la iba a hacer. Con un balde de cemento armó una pila trinitrónica y se fue al espacio en un chasis de fibra. Usó técnicas perdidas en la noche de los tiempos.

Parece que extrañaba mucho...
  Empezó a extrañar aquellas cosas que abominaba, los castigos de la ciudad. Él estaba cansado de la Argentina, pero se dio cuenta de que no podía transformar nada estando en la soledad del espacio. Querer modificar todas esas cosas le resultó una tarea imposible estando solo. Empezó a sentirse triste y melancólico.

Finalmente quedó errando en el espacio.
  No volvió más. La ciencia tardó muchos años en descubrir en qué punto de la galaxia estaba. Finalmente quedó ahí, en su nave, mezcla de pirámide y colectivo. Llevaba puesto su anillo. Su tumba es el espacio y allí lo dejaron en honor a su hazaña.

¿La ciencia no encontró ninguna explicación?
  No. Los científicos se siguen preguntando hasta hoy cómo hizo este tipo. Porque es la proeza más grande que realizó jamás algún hombre. El Capitán Betó superó las barreras científicas por la fuerza de la fe.

Luis, ¿cómo sabés tanto de él si no lo conociste?
  Es un secreto. Con lo sagrado no se juega.

(De Martropía, conversaciones con Spinetta; Juan carlos Diez, 2006)
  

miércoles, 2 de mayo de 2012

Selección natural, Soledad Castresana.





Piedra

Aún 
lo que no tiene conciencia
puede hacer sombra. 


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Liebre


Una estrella
me imanta los ojos.


Se escucha un estruendo.
Espero en la luz.


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Pez de mar


En este mundo de lágrimas
los párpados sobran.


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La supervivencia del más leve


Una hormiga
carga una espina.


En la punta
una mariposa
descansa.


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El pescador


La carnada exige
paciencia y discreción.
El engaño es para pocos.


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Lagartija


Un órgano de la piedra
se separa y corre
de vuelta al sol.


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Hipopótamo


Bajo el agua
cuando nadie me va
soy ligero como un potro.


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Tiburón


Solo lo que se mueve y sangra
es digno 
de alimentar a un dios. 
****************
La supervivencia del más leve


Van a soltar al tigre.
Va a saltar.
Voy a esperarlo con la boca abierta.


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Manta Raya


Si fuera pájaro
nadaría.


El mar 
descansa en el aire.


****************
La supervivencia del más leve


Una libélula persigue a un colibrí.
Fascinada
intento sumarme al cortejo
y olvido
la gravedad de la especie.




Soledad Castresana nació en Intendente Alvear en 1979. Es licenciada en Letras, se ha desempeñado como docente universitaria e investigadora. Actualmente enseña español como lengua extranjera y coordina talleres de escritura individuales y grupales. Publicó el libro de poemas Carneada (Alción 2007) y fue seleccionada para participar de las antologías Poetas Argentinas (1961-1980) (Ediciones del Dock, 2007) y Última poesía argentina (Ediciones en Danza, 2008).