Y si porfío sin cambiar de elán o polo o centro.
enrosco ablando borro lo ya dicho.
Porque decir es un rayo y su sombra.
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Tengo una sombra siempre verdeque reconoce el filo
del nombre en la neblina.
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Cuando recibo una palabra inesperadala retengo y vigilo sus diferentes porvenires
hasta que alguno de ellos
de pronto se recuerda se incorpora
y no hay palabra ya
sino un gran viento que me empuña.
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Mi sombra
mi pasión
mi razón
mi relámpago
me dijeron
que hay en el universo cuatro hambres.
Mis hambres
me gritaron
que el universo no se calma con gemidos
sino con actos.
Mis actos
me mostraron
que el universo es un oscuro claro andante bosque
donde todo movimiento es cacería.
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Yo soy el otro cazador.
Conexos escindidos
hemos casado según la alianza
siempre juntos:
él relatos y fieras
yo sueños sombras ecos.
Él rodeado de su fiesta drámatica
de su glorioso ruido a recios juegos
y a batallas heroicas.
Yo rodeado de orilla suya.
Él siempre ha poseido
recreándolos célebres
mi selva
mi león
mi movimiento de coraje
mi hora de matar.
A veces me ha llevado a cazar
por reflejo de sus cuentos
y siempre a detonar sus frases
atravesando temas
en el duro combate
de su perfil contra el vacío.
Él ahora ha rendido su escritura.
Según el pacto
hoy salgo solo
desencadenado
en mi último safari
el único
soy el dueño
del enrosacdo coto y de su ley
ni miedo
ni piedad
el despojado
sin jauría
el que avisa
es la hora.
Mi gran trofeo doloroso
muy cerca esta
rodeándome
esperándote
muy dentro
yo mando
cumple
adiós
Apunto y le disparo entre mis dientes.
Amelia Biagioni (Gálvez, 1916-Buenos Aires, 2000), "Las cacerías", 1976, Poesía completa, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2009.
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